lunes, 13 de diciembre de 2010

Diario I

En estos últimos días se ha vuelto realmente difícil la conciliación entre lo interno y la escritura. Había olvidado lo que implicaba estar sumergido en ese estado de la expresión en el que solo se percibe un vacío de significado en la palabra. Es decir, no encuentro en la palabra la liberación de la experiencia interna, parece como si ésta, como gesto de resignación, se declarará agotada, ante la posibilidad de contener significado.

Si contara cuantas veces he borrado y escrito en este momento, quizás esa cifra numérica que de cómo resultado, podría llegar a develar, sin palabra y con una mayor claridad, mi conflicto interior. Me agota rebuscar una y otra vez entre las palabras, y creer que he encontrado a alguna que contenga a uno de estos mares de sentimientos que me ahogan. ¡Que difícil es decir que se siente en demasía y que la demasía no sea ni un tercio!, ¡que sofocado se muestra el sentimiento cuando se pretende enunciar a través de la palabra!

Esas dos últimas exclamaciones me invitan a pensar en esas preguntas que tanto perturbaron a mi alter ego en ese momento del día en el que las sombras le hacen homenaje a la luz artificial:

"¿Cuánto sentimiento se oculta mientras se le encuentra palabra al mismo? / ¿Cuánta mentira no existe tras la busqueda de la palabra que enuncia un sentimiento? / ¿Qué hay después de la palabra? (...) Solo se encuentra bella a una mentira cuando se le da cuerpo."

NOTA: Encontrar la manera de relacionar coherentemente lo escrito bajo la vigilia del sol y la presencia de la conciencia, con lo escrito bajo las sombras de la luz artificial y la presencia de la lucidez en el recuerdo.

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