martes, 14 de septiembre de 2010

Elizabeth Miró.

Era desagradable posar la mirada ante tan nauceabundo cuerpo,
Cuerpo responsable de tantos anhelos ante la idea de NO poseer la facultad de ver.
Era como la mayor prueba para comprobar la inexistencia de un ser divino:
Nadie, con facultades supra-humanas sería capaz de darle físico a la palabra "horrendo" y sus adjetivos.

Nunca antes vi tanta ausencia de belleza compilada,
mis ojos (al verla) exponían llanto,
un llanto que cantaba súplica... ¿Cómo es posible poseer esa materia?

Quizás fracase en el intento de describirla,
pues,
no creo que encuentre tantos adjetivos que sean simil de la "fealdad"

Esos ojos... esos ojos humedos, aletargados muchas veces por babear ante el momento de imaginarse siendo amados,
Esa boca... esa boca reseca, sin vida, herida en su interior  por tantos intentos fallidos al creer que uno mismo puede llegar a besarse...
Esa nariz... esa nariz con relieves que delineaban la montaña más imperfecta...
Ese cabello... ese cabello cobarde, incapaz de mostrarse como es, cual madera seca ¡MAS NO EN LLAMAS!
Esas orejas... esas orejas corridas hacia adelante, a ver si alcanzan escuchar alguna palabra bella que las llame y reviva...
Ese tronco, ese abdomen, esos costados.... todos esos tan, pero TAN asquerosamente pálidos y deformes, TAN rebeldes ante el ideal de belleza actual...
No, no, no... y esas piernas... ¡ESAS PIERNAS TAN GROTESCAMENTE GRANDES! ...
¡Vaya falta de estética y de respeto hacia el uso de la línea!
...
Y sus manos... sus manos, debo reconocer, que contenian una energía avasallante, tan avasallante que condenaron su propia y unica belleza:

"No podia soportarlo más...
Di un puñetazo,
pero sin antes reparar que al romper el espejo la imagen se repetiría en miles de pedazos que solo me condenarían a vivir un desagrado multiplicado."

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